Hay un viejo adagio que dice: “Dios tiene un destino para cada
ser, y por supuesto, tiene uno para ti”. El Maestro Fox dice que el único
problema que tenemos es encontrar nuestro sitio correcto en la vida. Que al
encontrar esto todo lo demás ocurre automáticamente. Que nos encontramos
felices; saludables, porque se está saludable cuando se está feliz. Que
estaremos prósperos y con toda la oferta necesaria para cubrir todas nuestras
necesidades, lo cual implica que seremos completamente libres, pues no se puede
ser libre mientras se está pobre. La pobreza está reñida con la libertad y
viceversa. Pero a pesar de que consigas toda la distinción y todo el dinero del
mundo, si no estás en el sitio tuyo, el que Dios hizo para ti, no serás feliz.
Universo es armonía unificada. Un plan Divino. En un proyecto
Divino no puede existir una pieza superflua, ni algo indeseado. No puede ser
que Dios haya creado una entidad espiritual como tú sin un propósito especial.
Esto significa que hay un sitio especial para ti, y como Dios jamás ni se
repite ni se ha repetido aún (tus huellas digitales te lo comprueban) quiere
decir que ese sitio creado especialmente y nada más para ti no lo puede ocupar
nadie más que tú. No hay dos personas que se expresen de idéntica forma. Por
esto es que no puede existir realmente la pugna de competencias. No tiene que
haber dos mil personas luchando por obtener un mismo sitio. Ese sitio es para
una sola de esas personas, y existen mil novecientos noventa y nueve otras
colocaciones para las demás.
Pero, ¿cómo es que podemos conocer nuestro sitio propio? Puede
que tú consideres que no eres ninguna maravilla y dudes de que Dios te tenga
alguna ocupación maravillosa. Tu vida es tal vez monótona, poco aventurada y
estarás pensando que es muy poco probable que de pronto se llene de cosas
bellas, espléndidas. Y suponiendo que fuera así, ¿cómo podrás tú hacer para
averiguar la manera de realizarlo? La respuesta es sencilla como todo lo de
Dios. Desde mucho antes de este momento, Dios te ha estado susurrando en tu
corazón esa cosa maravillosa que El desea para ti. Esa cosa tan increíblemente
adecuada y maravillosa se llama el deseo de tu alma. Ni más ni menos.
Aquel secreto que te aparece un imposible realizar, esa es la
voz de tu alma. Es la voz de Dios que te llama para que ocupes el sitio que El
ha guardado para ti.
No te pongas a formular excusa respecto a que “tus obligaciones
te hacen imposible hacer lo que tú quieras, etc., etc.” La Verdad, confiésalo,
es que estás frustrado, y la frustración es la esencia de la negatividad. Si se
está frustrado no se está cumpliendo la Voluntad del Padre, por lo tanto, en
ese momento estás ocupado en cosas que no son de tu agrado o satisfacción, y
debes estar haciéndolas mal, o menos bien de lo que podrías hacerlas, ya que te
estás obligando, y obligarse es distorsionar el alma. También estás privando a
un gran sector de la humanidad de algo que tú sólo puedes darle.
“Por sus frutos los conoceréis”. Si tú estás descontento,
fastidiado, sin ilusiones, estás insatisfecho porque no estás ocupando tu sitio
haciendo lo que te pertenece. De manera que el descontento es útil, puesto que
te indica que debes orar científicamente para que se te presente tu sitio. Es
algo que amas hacer, es lo que más gozas haciendo.
Recuerda lo siguiente: ¡Cuando Dios te llama a Su Servicio, El
paga todos los gastos en el tipo de moneda que sea! Todo lo que te sea
necesario para cumplir con tu misión, Dios lo provee. Dinero, oportunidades,
conocimientos, entrenamiento, libertad, fuerza, valor, todo. Siempre que estés
dispuesto a unir tu voluntad a la Suya. La Voz de tu alma es la Voz de Dios,
y a esa voz hay que obedecer tarde o temprano.
Conny Méndez.
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